miércoles, 14 de diciembre de 2016

40 PELOS LOCOS





Las mujeres a los 40 andamos ya sin pelos en la lengua, queremos andar con el pelo suelto, y queremos que nos perciban sabias y sin ningún pelo de tonta. Pero es mucho más probable encontrarnos con los pelos de punta y totalmente revueltos.

Pero así como ya no nos quedan pelos de tonta, la triste realidad es que no nos quedan muchos pelos en general. A los 40 te salen más pelos en la cara que en la cabeza! Los bigotes de repente empiezan a volverse más Frida Style y empiezan a aparecer clavos en la barba y lunares con pelos como las brujas y todo esto mientras que nuestra antes hermosa y frondosa cabellera empieza a mermar. Parece que todo el pelo que se te cae de la cabeza va a parar a otra parte insospechada de tu cuerpo. En síntesis es más probable que te aparezca un pelo en el dedo gordo del pie antes de que te vuelva a crecer pelo en el cuero cabelludo.

Empezamos la guerra de los clavos corporales. En cima cueeesta encontrarlos. Como a los cuarenta ya se empieza a ver mal de cerca tenemos que colocarnos lentes bifocales y comprar espejos con aumento X 100 y salir al sol incandescente para poder encontrarlos y atacarlos con nuestras pinzas de cejas (que a partir de los 40 se vuelven multiuso y se convierten en pinzas de mentón, de brazo, de cachetes y hasta de dedos gordos del pie).

El pelo no solo se cae, sino que se vuelve ralo y una empieza  a ver parches de su cuero cabelludo. Primero se empieza a notar en las fotos con flash (que obviamente terminan cortadas o disimuladas con alguna app) y luego ya se ve ao vivo en el espejo. Ahí una empieza a pintarse el cuero cabelludo con sombra para disimular la alopecia y empezamos a  tomar cuanta pastilla o loción capilar exista en el mundo mundial y cibernético para que nuestro cabello vuelva a brotar. 

Una vez que logramos finalmente que pare la caída nos damos cuenta de otra crueldad capilar. Nuestro problema no es solo la caída, sino también el quiebre. Si mis queridas, el pelo no solo se te cae de raíz, también se suelta y se vuelve más fino y quebradizo. La primera señal de esto es nuestra cola de caballo. Si antes ésta tenía la circunferencia de una mazorca de maíz, hoy tiene la de un lamentable lápiz de papel. Una ya no solo envidia la piel libre de celulitis y el cutis libre de arruga de las veinteañeras, sino también sus frondosas cabelleras. Cada vez que se nos cruza una chica de 20, nuestros ojitos envidiosos van directo a su cuero cabelludo mientras decimos internamente “Que muuuuucho pelo tiene la desgraciada”. 

Como si la caída y el quiebre no fueran suficientes, nos viene una tercera plaga funesta: la opacidad. El pelo de una cuarentona deja de brillar como si todas las luces se le apagaran. Aunque no lo crean… el pelo también se marchita, envejece y se vuelve áspero como paja seca. Se vuelve una masa rala y opaca y por más que le agregues “luces” y “claritos” va a seguir siendo un reflejo marchito de tu antigua cabellera.
Y lo más triste, lo más más triste, es que las únicas luces que se te van a ver natural… son las de tu canas. Ese es el único brillo que va a asomar a tu cabellera después de los cuarenta. 

Las canas son la cuarta plaga. Una plaga que dice “vieja” a gritos. Y por más de que las de veinte reivindican el granny hair poniéndolo de moda, a nosotras, las cuarentonas, no nos queda cool, no nos da onda, nos hace simplemente más avejentadas. En cima está el lado psicológico de la primera cana. La primera cana es como un sacudón.  Un sacudón que te dice no solo que tu juventud está llegando a su fin y que la tercera edad está a la vuelta de la esquina, sino también que tenes que sumar un nuevo tratamiento a tu cuenta mensual de peluquería (la cual a los cuarenta es más larga que rezo de pobre): la tintura de canas.
Métale matizante para las canas, métale tinte para renegarlas a los confines de nuestro cuero cabelludo y métale alargue, relleno, postizos, cortinas y las toas cosas con pelo prestado de quinceañeras vírgenes de Tupasy Arroyo para poder generar la ilusión de tener pelo joven y sano.

A los cuarenta ya empezamos a decirle adiós al pelo largo y suelto al viento y alooo al pelo corto y batido hasta el infinito!

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